IKU EL ORISHA DE LA MUERTE

En varias ocasiones, algunos santeros y otros babalaw, me han invitado a diversas ceremonias, donde he tenido la oportunidad de presenciar, que estos sacerdotes de ocha al iniciar una ceremonia, ponen una imagen de cera de la SANTA MUERTE y no obstante le dan su lugar y respeto a dicha imagen o tótem, al ver este error garrafal, les cuestione del porque dicha imagen, contestándome PUES ES IKU, o que ¿no sabes?;

En este punto mi respuesta es: La santa muerte es una figura de culto mexicano, que recibe peticiones de amor, afectos, suerte, dinero y protección, así como también peticiones malintencionadas y de daño a terceros por parte de sus fieles. La historia del culto tiene un largo proceso de evolución que se puede dividir en dos etapas. Una larga etapa de gestación donde se fueron conjugando los distintos elementos que va desde la época prehispanica, pasando por el catolicismo de la época colonial, llegando hasta la mitad del siglo XX. El origen muestra detalles de un sincretismo entre distintos elementos del culto prehispánico por los muertos, los dioses aztecas y mayas relacionados y de la iglesia católica. Y por otra parte la santería tiene raíces africanas, tiene deidades africanas, y por lo tanto IKU y LA SANTA MUERTE son dos cosas distintas, son dos cultos distintos, son dos raíces distintas, entonces ahora ¿Quien es el que no sabe?, sin mas estos sacerdotes se quedan callados, lo cual me motivo a escribir el siguiente articulo.

Ikú es en sí la muerte misma, la que por mandato de Olofin viene a buscar a aquellos que se les ha acabado el tiempo en la tierra, para que luego Olodumare decida el destino de ellos, si irán al Ará Orún, o deberán volver al Aiyé para terminar su misión. Ikú dejó de ser Orisha por su arrogancia y pasó a comandar a los Ajogún ó guerreros del mal (aro, ofo, esse, egba, fitiwó, akobá, etc).

Viste de negro, ceniza oscuro o marrón oscuro. Perdió su duelo con Orunla, por eso debe respetar a sus hijos y llevarlos solo cuando Olofin lo marque. No posee culto particular, sino a través de Eggun u oro.

No se le inmola ni se le realizan otro tipo de ofrendas.

REGLA DE OCHA:
En la santería Regla de Ocha existe un refrán que dice:

IKU LOBI
OCHA que traduciéndolo significa: EL MUERTO PARIÓ EL SANTO.

Una de las cualidades de esta religión que más me llamó la atención cuando comencé a investigarla a fondo fue que sus deidades fueron hombres y mujeres con todos sus defectos y cualidades que por su labor en diferentes aspectos de la vida se ganaron un lugar y una leyenda después de muertos de ahí surge el refrán anterior por ello también se le rinde homenaje primero a todos los Eggún o espíritus y esto el religioso lo tiene muy en cuenta pues gracias a Eggún esta religión continuó creciendo y aún sigue su camino de superación, siempre contamos primero con Eggún y después con el santo es ley de vida como lo ha sido que la manzana del árbol cae al suelo.
Pasaremos a explicarles una ceremonia que se realiza a Eggún para pedirle permiso cuando tenemos una actividad religiosa que realizar, existen otros detalles que para el aleyo o desconocedor de la religión es mejor no darlos a la luz, el conocimiento no ocupa espacio dentro de la mente y a nadie se le puede negar pero siempre debemos recordar el respeto hacia lo desconocido.

En la regla de Ocha primero el muerto y después el santo (Ikú lobí ocha). Esto consiste en coger un palo del tamaño del que está consagrado y se le hacen 9 cruces o rayitas de cascarilla, y se le amarran tiras rojas, azules, blancas y amarillas. Con él en la mano, el sacerdote o el Obba, da con él en el suelo y comienza una liturgia o rezo en forma casi cantada en la que se van mencionando los nombres de los espíritus o Eggún, familiares de consagración o de sangre.

Se le pone al Eggún todo lo que a aquellas personas le gusta comer, tomar o fumar, también recipientes con agua, café, vino, aguardiente, flores, velas, cascarilla, coco picadito, pimienta guinea, albahaca, perfume, dulces, y todos los participantes a esta ceremonia deben cubrir sus cabezas. Las mujeres presentes no pueden mirar la ceremonia de dar coco al Eggún. Ya que tiene que virarse de espalda hasta que se saque la letra de lo que dice el muerto, hasta saber si recibe ofrenda o si necesita algo más; después a cada uno de los presentes (que pueden también no ser consagrados), se les pone en sus manos polvo de cascarilla y perfume y se van limpiando de pies a cabeza, y se sacuden para arriba del plante del Eggún, por orden de jerarquía: primero los santeros hombres de mayor edad dentro del santo, después las mujeres santeras y por último los aleyos o iniciados. Esta es la ceremonia al Eggún o los espíritus, en la cual se les da a conocer que se va a realizar alguna actividad a los santos u orichas de la casa todo con su previo consentimiento, que lo manifiestan a través del coco que se le ha dado o a través de algún médium que el Eggún haya embargado y manifieste su consentimiento para que siga el resto de las actividades; después hay que dejarles una vela encendida para sus fluidos benéficos sigan ayudando a que no haya perturbaciones y todo salga muy bien.

Los Eggún o los espíritus de los antepasados demandan que además de rendírseles honores, se les da de comer en caños y vertederos, gallos , gallinas y demás ofrendas.

También hay una ceremonia donde se le da un toque de tambor, esto es cuando el Eggún o el santo lo pida, o en su lugar, cuando haya muerto, un santero de jerarquía o de mucho aché que los ahijados o sus familiares de sangre quieran su protección se renueve con los cantos dedicados especialmente al Eggún. Esta ceremonia en algunas ocasiones es muy triste ya que a veces el ser o el Eggún, llega al tambor por medio de algún médium presente o caballo de santo o a los familiares de sangre, dejando un mensaje o consejo para que sigan luchando en la tierra como él o ella lo hacía; casi siempre pide una misa espiritual o la unión de los suyos o que se le dé una comida y que después le lleven la carga al ilé de Yanzá. Emiokan.


PATAKI:

Al comienzo del mundo no se conocía la Muerte. Un día los jóvenes se quejaron a Olofin de que había tanta gente que no alcanzaban los alimentos para todos. Olofin llamó a Oyá y le pidió que llevara a Ikú a la Tierra, pero esta no estuvo de acuerdo, pues no cría justo que los hombres la odiaran y le pidió que la relevara de semejante misión.

Entonces Olofin entendiendo que tanto los jóvenes como la Orisha tenían razón, le dijo: –Bueno, eso podemos arreglarlo, primero enviaré a Babalú Ayé para que lleve a Arun(enfermedad) a la Tierra y cuando los hombres se enfermen, tú les llevarás a Ikú.

IKÚ Y OGGÚN.
Cuando Olofin confió su gobierno a Ikú y Oggún, no se conocían las enfermedades ni los sufrimientos. Un día en que los jóvenes organizaron una fiesta, uno de ellos compró otí y le brindó a Oggún que bebió hasta emborracharse.

El dueño de la forja y los metales se acostó a dormir. Al rato, llegó Ikú que debía consultarle unos problemas urgentes y quiso despertarlo. Oggún furioso le cortó una mano a su compañero con el machete. La sangre corrió por todas partes. Todo aquel que la pisó se enfermó gravemente.

Fue así que se conoció la enfermedad en la Tierra.

Ikú deambulaba de noche escondido tras su ropaje negro, y se llevaba a todo el que se le antojara. Las únicas tierras que respetaba eran las de Oggún y Ochún; y tanto daño hizo, que los demás orichas decidieron ir a casa de un sabio en la tierra de Ará Ifé, donde la muerte no cabía. Se quedaron sorprendidos al ver que este awó utilizaba unas semillas negras, divididas en dos, enganchadas en una cadena (ékuele), y dos collares: uno de semillas amarillas y otro de semillas verdes.

No sabían para qué se utilizaban: eran iguales a las que se llevaban en los territorios de Oggún y Ochún, donde la muerte no hacía estragos.

Ninguno de los reyes se atrevió a comentar lo que había visto, por temor a que el awó fuera amigo de la muerte o tuviera algún pacto con ella, y penetrase en su tierra de Ará Ifé Ocha.

Obatalá, al ver la confusión, se apareció y les dijo: "Yo descubro lo bueno y lo malo por ser hijo predilecto de Olofi y su intermediario entre ustedes y Él. Comprendo que no se atrevan a decir lo que piensan pues temen a este sabio, quien puede ser amigo de la muerte y también de Oggún y Ochún". Obatalá, elevando los ojos al cielo, declaró: "Como no han sido capaces de unificarse en la tierra por la ambición del poder, vengo con los dieciséis rayos de sol que Olofi me entregó para lograr esa unidad.

Esta es la casa sagrada de lfá, la cual ustedes no han querido reconocer por no llevar nombre de reyes, donde viven Olofi y el sabio, que es Orula.

Este es el único a quien la muerte obedece en la Tierra". Orula saludó con todo respeto a Obatalá y registró, saliendo el oddun Ogbe Fun, donde se unen las semillas verdes y amarillas. El verde de su identidad y el amarillo de la de Ochún, indican dónde el oro, la sangre y la vida constituyen la mitad del mundo.

Las semillas negras con la cadena representan a Oggún, quien significa, por mandato de Olofi, la muerte. Por eso no moría nadie en Ará Ifé Ocha; y mandó a colocar detrás de la puerta de la casa una bandera blanca.

Orula explicó que, al lograr la unificación de todos ellos, se les entrega el idefa, manilla de semillas y amarillas, para que les proteja contra la muerte.

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